Cuando Rusia lanzó su brutal invasión el 24 de febrero de 2022, Putin imaginó una victoria rápida y fácil. Sin embargo, tras el fracaso de su estrategia de guerra relámpago, el Kremlin, consciente de los limitados recursos materiales y humanos de Ucrania, optó por una guerra de desgaste. Desde hace tres años, el pueblo ucraniano defiende con determinación su país frente a un agresor que busca imponerse a toda costa.
Los países nórdicos y bálticos, integrantes del formato de cooperación NB8 (Nordic-Baltic Eight), establecido en los años 90, comparten una visión clara sobre las amenazas que Rusia representa para la seguridad mundial, forjada a partir de sus propias experiencias históricas. Estonia, Finlandia, Letonia, Lituania y Noruega comparten frontera terrestre con Rusia, mientras que seis de los miembros del NB8 son estados ribereños del mar Báltico, una región con intenso tráfico de buques civiles y militares rusos, además de la llamada flota fantasma.
Desde el inicio de la invasión, el apoyo del NB8 a Ucrania ha sido sólido e inquebrantable. El bloque nórdico báltico es uno de los mayores contribuyentes per cápita de ayuda militar a Ucrania. La cooperación entre el NB8 y Ucrania es estrecha y multifacética, basada en la convicción de que la seguridad del continente europeo es una responsabilidad común. Por ello, estamos también fortaleciendo nuestras capacidades de disuasión y defensa, así como incrementando la resiliencia de nuestras sociedades.
Ayudar a Ucrania significa proteger a toda Europa. Invertir en las capacidades de defensa de Ucrania es invertir en la seguridad de toda Europa. Ser firmes y consecuentes en la denuncia de los crímenes del agresor refuerza la posición de Europa en la escena internacional. Además, con una experiencia única en combate y el uso de las últimas tecnologías militares, probadas en el campo de batalla, Ucrania está preparada para contribuir a la seguridad europea.
En los últimos tres años, han surgido diversas iniciativas y planes de paz para Ucrania, con llamadas a la negociación e incluso a la reconciliación. Sin embargo, quienes conocen el modus operandi de Rusia y han prestado atención a las declaraciones y acciones de su liderazgo en la última década saben que cualquier concesión a Moscú solo pospone, en el mejor de los casos, una nueva agresión. Desde 2014, Ucrania ha experimentado en primera persona los engaños del Kremlin en las negociaciones, que han servido como pantalla para preparar una invasión a gran escala. La historia demuestra que ceder ante Rusia no garantiza la paz, sino que allana el camino para futuros conflictos.
El fin de esta guerra brutal e injusta podría lograrse de una manera sencilla: con Rusia cesando las hostilidades y retirando sus tropas del territorio ucraniano. Sin embargo, el Kremlin no muestra ninguna intención de dar marcha atrás ni de abandonar sus planes expansionistas. La destrucción de la independencia de Ucrania sigue siendo su objetivo, lo que evidencia su desprecio por la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho internacional.
Por ello, una paz duradera solo será posible desde una posición de fortaleza defensiva por parte de Ucrania. Basándose en el principio de Paz a través de la fuerza, Ucrania podrá defender su soberanía, su integridad territorial y los valores democráticos que compartimos. Solo medidas contundentes -incluidas sanciones restrictivas y la continua presión internacional- permitirán detener la maquinaria de terror que azota al pueblo ucraniano. No podemos permitirnos el lujo de la fatiga ni el desgaste en nuestra determinación. La unidad de todos los socios y aliados es vital para alcanzar un desenlace justo del conflicto.
No nos dejemos engañar: el único motivo por el que Putin podría buscar un alto el fuego o un congelamiento de las hostilidades sería ganar tiempo para rearmarse. Esto significaría la posibilidad de una nueva agresión contra Ucrania, aún con más fuerza, cuando el Kremlin lo considere oportuno.
Los ucranianos no pueden empezar a reconstruir sus vidas temiendo cada mañana el sonido de las sirenas antiaéreas. Y nosotros no podremos dormir tranquilos si no hacemos todo lo posible para lograr una paz definitiva. Los objetivos de una paz justa y duradera para Ucrania y de una seguridad estable para Europa son inseparables.
Por eso, Ucrania necesita sólidas garantías de seguridad. Por eso, Ucrania debe mantener su integridad territorial. Por eso, el agresor debe rendir cuentas y no ser recompensado. Los ucranianos deben tener un papel central en las negociaciones de paz, y los europeos queremos y debemos estar firmemente a su lado.
Embajadores de Dinamarca, Estonia, Finlandia, Islandia, Letonia, Lituania, Noruega, Suecia y Ucrania en España.